Los ascensores del New York Hilton emitían imágenes de la CNN en una pequeña pantalla que no se podía dejar de observar. Irak encabezaba las noticias; las expresiones acerca de una “guerra civil” y de “violencia sectaria” se repetían sin cesar. Era como si la invasión estadounidense nunca hubiera ocurrido y la aniquilación de decenas de miles de civiles por los norteamericanos fuera una ficción surrealista. Los iraquíes eran árabes descerebrados, obsesos por la religión, el enfrentamiento étnico y la necesidad de hacerse estallar a sí mismos. Serviles marionetas políticas desfilaban sin mostrar indicios de que su patio de ejercicios estaba encerrado en una fortaleza norteamericana. Y esto te perseguía, cuando dejabas el ascensor, hasta tu cuarto, hasta el gimnasio del hotel, al aeropuerto, al próximo aeropuerto y al próximo país. Tal es el poder de la propaganda corporativa de los EEUU que, como Edward Said señalaba en Cultura e imperialismo, “penetra electrónicamente”, con su equivalente de doctrina política.
La doctrina cambió el otro día. Durante casi tres años consistió en que al Qaeda era la fuerza impulsora detrás de la “insurgencia”, capitaneada por Abu Musab al Zarqawi, un jordano sanguinario que fue claramente ataviado para que gozara de la misma clase de oprobio de que disfruta Sadam Hussein. Poco importa que al Zarqawi no haya sido visto nunca vivo y que sólo una fracción de los “insurgentes” siguiera a al Qaeda. Para los EEUU el papel de al Zarqawi era el de distraer la atención de aquello a lo que casi todos los iraquíes se oponen: la brutal ocupación anglo-americana de su país.
Ahora que al Zarqawi ha sido reemplazado por la “violencia sectaria” y la “guerra civil”, las grandes noticias son los ataques de los suníes a las mezquitas y bazares chiíes. La verdadera noticia, que no es referida por la “predominante” CNN, es que fue activada en Irak la Opción El Salvador. Consiste en la campaña de terror a cargo de escuadrones de la muerte armados y entrenados por los EEUU que atacan tanto a suníes como a chiíes. El propósito es la incitación a una real guerra civil y la desintegración de Irak, que era el objetivo de guerra original del gobierno de Bush.
El ministerio del interior en Bagdad, que está administrado por la CIA, dirige los principales escuadrones de la muerte. Sus miembros no son exclusivamente chiíes como cuenta el mito. Los más brutales son los Comandos de la Policía Especial, liderados por suníes que fueran altos funcionarios del Partido Baaz de Sadam. Fueron formados y entrenados por expertos en “contrainsurgencia” de la CIA, incluyendo veteranos de las operaciones de terror de la CIA en Centroamérica en el decenio de 1980, especialmente en El Salvador. En su nuevo libro, Empire’s Workshop (El taller del imperio, Metropolitan Books), el historiador norteamericano Greg Grandin describe la Opción El Salvador así: “Una vez al frente del gobierno, [el presidente] Reagan se echó encima de Centroamérica con dureza dejando, en efecto, que los más comprometidos militaristas de su gobierno establecieran y ejecutaran la política. En El Salvador, suministraron más de un millón de dólares diarios para financiar una campaña letal de contrainsurgencia... En consecuencia, los aliados de los EEUU en Centroamérica durante los dos mandatos de Reagan, asesinaron a más de 300.000 personas, torturaron a cientos de miles y enviaron a millones al exilio.”
Aunque el gobierno de Reagan generó a los actuales bushitas o neocons, el modelo fue establecido anteriormente. En Vietnam, escuadrones de la muerte entrenados, armados y dirigidos por la CIA mataron a más de 50.000 personas en la Operación Fénix. A mediados de la década de 1960, en Indonesia, oficiales de la CIA recopilaron “listas de la muerte” para la juerga asesina del General Suharto durante su asalto al poder. Después de la invasión de 2003, era sólo cuestión de tiempo que esta venerable “política” fuera aplicada en Irak.
Según el escritor e investigador Max Fuller (National Review Online), al coordinador clave de la CIA para los escuadrones de la muerte del ministerio del interior “le salieron los dientes en Vietnam antes de continuar su camino dirigiendo la misión militar de los EEUU en El Salvador”. El profesor Grandin menciona a otro veterano de Centroamérica cuyo trabajo ahora es “entrenar una fuerza contrainsurgente brutal compuesta de esbirros ex baazistas”. Otro, cuenta Fuller, es conocido por su “producción de listas de la muerte”. Una milicia secreta organizada por los norteamericanos es el Servicio de Protección de Instalaciones, que ha sido responsable de la explosión de bombas. “Las fuerzas especiales británicas y norteamericanas”, concluye Fuller, “junto a los servicios de inteligencia [de creación estadounidense] del ministerio de defensa iraquí, están fraguando los atentados insurgentes contra chiíes.”
El 16 de marzo, Reuters informó del arresto de un “contratista de seguridad” norteamericano que fue encontrado con armas y explosivos en su coche. El año pasado, dos británicos disfrazados de árabes fueron sorprendidos con un coche repleto de armas y explosivos; las fuerzas británicas demolieron la prisión de Basora con un bulldozer para rescatarlos. El Boston Globe recientemente refirió: “La unidad antiterrorista del FBI ha iniciado una amplia investigación de las bandas de ladrones asentadas en los EEUU después de descubrir que algunos de los vehículos usados en mortíferas explosiones en Irak, incluyendo ataques que asesinaron a tropas estadounidenses y civiles iraquíes, fueron, probablemente, robados en los EEUU según altos funcionarios del gobierno.”
Como digo, todo esto ya ha sido ensayado antes, tal como la preparación del público estadounidense para un ataque atroz a Irán es similar a las patrañas sobre las armas de destrucción masiva de Irak. Si el ataque llega, no habrá aviso, ni declaración de guerra, ni verdad. Apresados en el ascensor del Hilton, clavada la vista en la CNN, mis compañeros de viaje merecen ser disculpados por no encontrarle sentido a lo de Oriente Medio, o a lo de Latinoamérica o a lo de cualquier sitio. Están aislados. No se les explica nada. El Congreso está en silencio. Los demócratas están moribundos. Y los medios más libres de la tierra insultan al público cada día. Como lo expresó Voltaire: “Aquéllos que pueden hacerte creer absurdidades pueden hacerte cometer atrocidades.”
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